Javier Carvajal ha sido uno de los arquitectos más rigurosos del siglo XX español. Fue catedrático de la escuela de Madrid. El 24 de enero de 1991 dió su última lección.
Hablaba a los alumnos de la escuela, que todavía no habían iniciado su andadura por la profesión. Así, se entiende que les fuera abriendo los ojos a la realidad que se iban a encontrar y, a la vez, procurara asentar una serie de ideas 'madre'. Como el anciano que da consejos al joven que emprende un viaje hacia lo desconocido, por caminos en los que encontrará dificultades de todo tipo.
Pero, abstrayendo esa circunstancia escénica, tienen todas sus palabras una serie de ideas de fondo que me parecen interesantes. Por eso reproduzco parte de esa lección.
Javier Carvajal: Escuela de estudios mercantiles de Barcelona.
No podéis conformaros con que os conviertan en dibujantes, grafistas, decoradores, que no entienden la eficacia totalizadora que el Proyecto representa, como lugar de encuentro de todos los conocimientos integrados que el Arquitecto ha representado a lo largo de la historia de la cultura, desde los conocimientos humanísticos, que son su apoyatura de partida, hasta los conocimientos técnicos que permiten abordar coherentemente la construcción, desde las cimentaciones hasta el último detalle de la definición última, dentro de la unidad que le confiere su valor cultural, superados de visiones meramente económicas o técnicas, y cuya eficacia es la belleza y la adecuación, que se deben traducir en felicidad para quienes habitan nuestras obras.
No renunciéis, persiguiendo la facilidad y la superficialidad, a vuestras responsabilidades, porque, sólo en la medida en que sean necesarios y responsables, la sociedad entenderá el permanente valor de la arquitectura y respetará a los arquitectos.
Vuestra responsabilidad tiene su máxima expresión en llevar a buen término la coordinación de las muchas piezas que deben integrarse en la obra de Arquitectura, desde los valores técnicos y la eficacia económica, hasta la belleza.
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Cuando nuestra sociedad, que ya despierta, y en la cual en mitad de muchas oscuridades se perciben luces que así lo anuncian, rehace el falso sueño de la total inmanencia; el único valor del dinero; del engañoso espejismo de las técnicas; de la cegadora tentación del hedonismo; y reclame de nuevo la supremacía de los eternos valores trascendentes que desde la noche de los tiempos han dignificado la vida de los hombres, situará a los técnicos, a la razón y al dinero en el lugar de instrumentos de eficacia que les corresponden, pero los despojará de su actual enfatuamiento de ser la medida de todas las cosas.
En este momento, de nuevo, el hombre que sufre y espera, en su integrada dimensión de razón y de emoción, redescubrirá ese misterioso acento que la Arquitectura guarda como voluntad de dar a ese hombre su integrada entidad en la que se identifican la alegría de la eficacia técnica y la belleza, que el hombre, aún sin saberlo, necesita y reclama.
Sabéis, quienes otras veces habéis escuchado mis palabras, que no pretendo hacer de nuestra Arquitectura un coto cerrado de personalizados intereses, si no que entiendo la Arquitectura como un campo de encuentro de muchas vocaciones y de muy distintos conocimientos.
En nuestro campo de la Arquitectura tienen su puesto integrado, al margen de toda demagogia falsamente igualitaria, muchos técnicos de muy distintas competencias, convocados al quehacer integrado de hacer realidad el proyecto: con la única condición de respetarla, entendiendo que el Proyecto Arquitectónico, generador e integrador de esa Arquitectura, es mucho más que un dibujo y el Arquitecto algo más que un artista irresponsable.
Tenéis que lograrlo, afirmando nuestra vocación de Arquitectos.
Pero exigiéndoos a vosotros mismos el duro y maravilloso esfuerzo que el serlo, ciertamente, comporta.
Luchad por recuperar el prestigio que los arquitectos tuvieron siempre, desde el reconocimiento social de vuestra eficacia.
Sed coherentes en vuestras palabras y en vuestros actos.
No persigáis imágenes, sino ideas, porque las imágenes podrán cambiároslas, pero las ideas serán siempre vuestras.
Sed solidarios, no egoístas.
Sed eficaces, no soberbios.
Esforzaos en el esfuerzo integrado, no aislado.
Sed responsables y no ligeros.
Mirad la vida con el optimismo esencial que da la certeza de no perseguir mezquinos objetivos.
Haced vuestra la idea de que vuestra fortaleza está en el pasado, aunque vuestro único objetivo sea el futuro, y amad la historia y la tradición que os enriquece, sin lastrar vuestra andadura de futuro.
Recordad la D’Orsiana afirmación de que todo lo que no es tradición es plagio, y desde ella construid nuevas y originales realidades.
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Sé muy bien que los Arquitectos no hacen solos la Arquitectura, y que no toda la responsabilidad de la Arquitectura está en nuestras manos, porque la arquitectura es una arte social que no nace sólo de los Arquitectos, aunque sean estos los que la conformen, sino también de las normas y ordenanzas que tantas veces la coartan; de los promotores y propietarios que no siempre son cultos, ni ven en la Arquitectura más allá de una mera necesidad de uso y del lucro que persiguen; de los contratistas que demasiadas veces ven tan sólo en la Arquitectura el pretexto de su negocio, de los políticos que no se interesan mucho sino por lo inmediato; de los financieros y especuladores que miden la Arquitectura por su rendimiento económico; de los técnicos desintegrados que la mayoría de las veces sólo ven la Arquitectura por la gatera de su especialidad; de la sociedad en su conjunto, demasiadas veces desconocedora y desinteresada de la Arquitectura más allá de su más inmediato consumo cotidiano.
Pero no flaqueéis por eso.
Ni el Escorial, ni la Alambra, ni la Giralda sevillana, ni la Mezquita de Córdoba, ni el Partenón, ni Santa Sofía, ni el Banco de Hong Kong, ni la Fundación Ford, ni la casa Milá de Barcelona, ni ninguna de las grandes obras de la arquitectura de todos los tiempos que iluminan la historia del hombre con su brillo, hubieran sido posibles desde las limitadas perspectivas de la incomprensión, pero hubo gentes capaces de soñar sus sueños, capaces de hacer posible su realidad, vosotros también podréis si lucháis unidos, si sois fuertes, si trabajáis con vigor, si sabéis entender lo que es vuestro.
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Exigiros, ante todo a vosotros mismos, porque nada os será dado sin vuestro esfuerzo.
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