A veces es inevitable que existan muros medianeros vistos. Ciegos para respetar servidumbres y otros derechos de propiedad.
De hecho forman parte de una imagen común de los desarrollos de ensanche, que durante los últimos cien años han sufrido vaivenes normativos, cambios de alineaciones y alturas reguladoras.
Este hecho no es una condena sin solución estética. Existen ejemplos de buena factura.
No sólo depende del arquitecto. También el promotor -público o privado- debe tener la sensibilidad para destinar parte del coste del edificio a algo aparentemente marginal. Al final nada es marginal, todo suma en beneficio de todos.
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