‘arquia / becas 2012’ es una convocatoria de la Fundación de la Caja de Arquitectos -un pequeño banco corporativo nacido en Barcelona- que promueve estas becas para que arquitectos recién licenciados tengan un periodo de prácticas en 20 de los estudios más prestigiosos de Europa. La relación de los estudios lo dice todo:
Aires Mateus e Asociados
(Lisboa) / Alberto Campo Baeza (Madrid) / Álvaro Siza (Oporto) / Alejandor
Zaera Polo (Londres) / BIG Bjarke Ingels Group (Copenhaguen) / Carme Pinós (Barcelona)
/ Carlos Ferrater (Barcelona) / Cruz y Ortiz (Sevilla) / Dominique Perrault
(Paris) / Norman Foster (Londres) / Herreros Arquitectos (Madrid) / Herzog
& de Meuron (Basilea) / Lacaton & Vassal (Paris) / Mansilla + Tuñón
(Madrid) / Miralles Tagliabue (Barcelona) / MVRDV (Rótterdam) / Nieto Sobejano
(Madrid) / Patxi Mangado (Pamplona) Rafael Moneo (Madrid) / RCR Aranda Pigem
Vilalta (Olot).
Bases, inscripción y propuestas:
www.arquia.es/fundacion/becas
En la tarjeta de difusión hay un texto llamativo. Propone el tema de la beca, algo así como la finalidad que deben pretender los aspirantes: el ideal propuesto. Lo transcribo porque incita a la reflexión y al debate.
Tema: ¡Penitencia!
En un momento delicado para la
imagen social de nuestra profesión, reflexionar sobre como ha llegado a ser
partícipe imprescindible del gran expolio inmobiliario puede ser un buen aviso
para aquellos que aspiran a incorporarse a la misma.
Sabemos del potencial de la
arquitectura para mejorar el mundo y crear maneras diversas de estar en él y
sabemos también del potencial inverso de la misma en manos enfermas para
destrozar nuestros modos de vida y paisajes.
Conociendo
ya la cadena de personajes implicados en el derrumbe de nuestra economía y el Gran
Timo social, vamos a imaginar una arquitectura contradictoria capaz de
activar lo mejor del paisaje y que sirva a la vez de sitio de penitencia para
sus usuarios.
Atónitos
ante la impunidad que demuestran con injusticia de nuestro país, los implicados
serán enviados a un lugar de justicia más avanzada y de clima extremo para que
reflexionen sobre sus desmanes.
Sigo pensando que es necesario un gran ideal; imprescindible para trabajar con sentido. Pero el planteamiento podría llevar a aspiraciones engañosas. La arquitectura de estos maestros y trabajar en sus estudios puede ser una experiencia inolvidable, un impulso para tener miras altas.
Ni esos 20 afortunados ni cualquiera de nosotros -arquitectos de a pié- debemos perder de vista el terreno en el que nos desenvolveremos al regresar a nuestras trincheras. La batalla será la arquitectura cotidiana, esa casa o reforma sencilla, bien resuelta, con aquellos ideales que tuvimos pero con la modestia de quien no pretende lucimiento personal, y menos a costa de los clientes.
Se puede perder de vista que el fin principal no es la obra de arquitectura sino el servicio al cliente y sus aspiraciones. Está claro, no hay que engañarse, que el mejor servicio es una buena obra de arquitectura, sin confundir ésta con la autoafirmación.
Del texto transcrito lo único que no suscribo -si el autor quería transmitir lo que parece decir lo escrito- es esa pretensión de que 'sirva a la vez de sitio de penitencia para sus usuarios'. Se merecen lo contrario: que les haga la vida más amable y, en lo posible, que alivie las contrariedades que ya tiene la vida por sí sola. Es lo que pienso.
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