Es buen momento para continuar escribiendo algo sobre este debate que existe en la sociedad.
El fin de semana pasado, en el diario 'EL MUNDO', se publicó una nueva entrevista a David Chipperfield. Ya se ve que está en los medios de forma frecuente.
Varias preguntas de las que le hacían van dirigidas directamente a las dos cuestiones que planteaba al principio de este debate.
En la primera entrada sobre 'arquitectura de autor' me preguntaba ...
... la desproporción económica de ciertas obras: de quién es responsabilidad?, o dicho de otra forma: cuál es la responsabilidad del arquitecto? ...
En esa entrevista a Chipperfield le preguntan de forma que ya se apunta parte de la respuesta a esta cuestión:
P.: ¿Qué opina de los edificios icono que ahora proliferan en muchas ciudades por encargo de unos alcaldes que quieren imprimir su sello?
R.: Los hay buenos y los hay malos. Hay momentos en los que es necesario que un edificio tenga un cierto perfil, una cierta personalidad y una cierta publicidad. Pero a veces me parece un deseo innecesario de llamar la atención a expensas de la esencia, de la sustancia y de la experiencia y en mi opinión estas tres cosas nunca han de sacrificarse y menos por el aspecto físico.
Parece claro el arquitecto hace lo que le piden en cuanto a programa y dimensión. Así, si en la plaza de las Glorias hay que hacer un edificio singular de más de 150 metros de altura no es decisión de Jean Nouvel si no de la sociedad AGBAR que se lo encarga; y en parte del ayuntamiento que planifica e incita para que se hagan estas obras. Una vez que se plantea este tipo de obras hay arquitectos, por suerte, capaces de resolver el reto con acierto.
Pero sigue pendiente la cuestión de si es razonable este tipo de obras, sobre todo cuando se hacen con dinero público, como el edificio Forum, de Herzog & de Meuron, o el de Zaha Hadid, que se aplaza y fue motivo de este debate.
En primer lugar hay que decir que tienen una rentabilidad cultural y social que se ha demostrado baja. Desde mi punto de vista es una de las políticas menos socialistas que se pueden hacer.
Se podría aducir que tienen un efecto de atracción que termina potenciando la ciudad -como está siendo el Guggenheim de Bilbao-, de forma que la rentabilidad se transmite a muchos sectores de producción y consumo, y termina incrementando la recaudación de impuestos, recuperándose la inversión: si, pero sólo en parte.
Se podría aducir que tienen un efecto de atracción que termina potenciando la ciudad -como está siendo el Guggenheim de Bilbao-, de forma que la rentabilidad se transmite a muchos sectores de producción y consumo, y termina incrementando la recaudación de impuestos, recuperándose la inversión: si, pero sólo en parte.
Las rentabilidades a largo plazo son difícilmente cuantificables, y las necesidades a corto son, ahora, ineludibles. Además, parece claro que se ha visto que tampoco nos podíamos permitir ciertos lujos.
De otra parte, Barcelona tiene un atractivo grande en lo existente. Habría que invertir más en conservación y mantenimiento de la ciudad, de lo que se vive a diario y, si se quiere, de lo que vienen a ver los turistas, que es el modernismo y el gótico, por este orden.
Está claro que los ocho edificios de autor que mostraba el otro día no son ahora foco de atracción, además de que no están en las zonas más céntricas o más visitadas.
Hacer ciudad, eso es lo importante y lo realmente costoso. Requiere un esfuerzo colectivo, una cultura y economía fuertes. También unos valores: el afán especulativo exagerado -como el que se ha producido de forma aguda desde el año 2000- lleva generar barrios sin alma, como metástasis urbanas, ... en el fondo es el efecto visible de la codicia.
La siguiente cuestión ...
... si existe afán de llamar la atención, o incluso de lucimiento, de quién es ese interés? ... realmente es del arquitecto? ...
Al comentar la cuestión anterior ya se ha dicho, de alguna manera, que los arquitectos que hacen este tipo de obras buscan cumplir una serie de programas y expectativas que se les plantean. Parece claro que más bien existe, en casi todos los casos, un afán de notoriedad del promotor, sea público o privado, que promueven un símbolo de poder o de propaganda. Esto no parece que tenga mucho más que comentar.
Pero queda el tema del afán de lucimiento o de llamar la atención de los arquitectos, porque nadie se cree que eso no se de en algunos casos. A David Chipperfield le hacen dos preguntas relacionadas con esta cuestión:
Al comentar la cuestión anterior ya se ha dicho, de alguna manera, que los arquitectos que hacen este tipo de obras buscan cumplir una serie de programas y expectativas que se les plantean. Parece claro que más bien existe, en casi todos los casos, un afán de notoriedad del promotor, sea público o privado, que promueven un símbolo de poder o de propaganda. Esto no parece que tenga mucho más que comentar.
Pero queda el tema del afán de lucimiento o de llamar la atención de los arquitectos, porque nadie se cree que eso no se de en algunos casos. A David Chipperfield le hacen dos preguntas relacionadas con esta cuestión:
P.: ¿Es bueno que la obra de un arquitecto sea fácilmente reconocible?
R.: No lo sé pero, en cualquier caso, mi obra no es identificable. No me interesa que se note la firma, mi firma. Lo que de verdad busco es encontrar la solución de cada proyecto. Yo no soy un formalista, intento siempre reducir la expresión de la forma a su punto más silencioso y la geometría de un cubo es lo que más se aproxima a ese silencio, mientras que las curvas suelen ser más estruendosas. En ocasiones conviene hablar en voz alta y firme y otras veces hay que susurrar.
...
P.: ¿Banalizan la arquitectura?
R.: Pueden llegar a hacerlo, sin duda. No me opongo a la experimentación en la forma arquitectónica, pero creo que la novedad no es algo que case necesariamente bien con la arquitectura de forma sistemática.
Me parece que los arquitectos de ese nivel ya no pretenden la notoriedad, la originalidad como búsqueda banal. Es un defecto más propio de principiantes o de arquitectos de clase media y edad también media que, en ocasiones, tienen un arrebato y desean poner su sello ... en fin, que nos puede pasar a todos, ... pero pienso que no a Toyo Ito.
Así, opino que la arquitectura de autor no debe ser el espejo de la vanidad del arquitecto, que existe como en todas las profesiones, y se puede ver en obras que, normalmente, nos salen mediocres cuando pretendemos un vuelo impropio.
Volvemos a la ciudad, ... al reconocimiento de los autores anónimos del Eixample, que han puesto su saber al servicio de una ciudad que ha terminado siendo atractiva. Gracias a ellos, de los que pocos saben sus nombres, Barcelona vale la pena, porque hicieron edificios sencillamente buenos y con un denominador común grande. No les importó, y ese fue su gran acierto, seguir unos cánones y un estilo que venían de una cierta tradición. Hubo quien dijo que originalidad también tenía el significado de volver a los orígenes. habrá que pensar en esto... que no está reñido con conceptos como futuro, vanguardias, innovación, ... .
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