Paseando por Roma casi todo es arquitectura y arte. Romano, medieval, renacimiento, barroco ...
En ese momento me llamaron la atención determinadas formas, texturas y sombras. La fuerza de la materia y de la luz.
Este palacio pasa del contraste de la base, casi brutalista, a la elaboración definida, siempre precisa y fuerte.
Es un trabajo en el que suman el arquitecto, el escultor y el cantero. Maravilla ver tantas obras que son suma de varios oficios, también del oficio de arquitecto.
El formalismo no tiene por que ser manierista ni amanerado. Puede ser contundente. Estas masas de piedra, con aristas y sombras lineales y superficies abruptas, seguro que le hubieran gustado a Chillida. A lo mejor las vió.
En el siglo XX se hicieron algunas arquitecturas inspiradas en el clasicismo. Algunos 'neos' de buena arquitectura.
En Zaragoza -Cesaraugusta-, junto al Ebro de Aragón, no hay piedra. Hay arcilla, ladrillo. Material pequeño y modesto. Pero en esta tierra, como en otras, se demostró que con ladrillo se pueden conseguir formas, texturas y sombras contundentes.
Se acentúan las juntas horizontales, exagerando una de cada siete rehundiendo la hilada. Se sellan las junta verticales.
Se evoca la historia con belleza y técnica del lugar y del momento.
Este verano, paseando por un pueblo medieval del sur de Francia, me fijé en esta otra imagen. Quizá, conceptualmente, más inteligible para la arquitectura actual. O, quizá, tan sólo imagen de una idea simple: un hueco, un saliente -formas-, con una textura de fondo y el concurso de la luz generan algo expresivo y significativo. Bello.
Ese pueblo medieval tiene unas murallas y otros elementos que son atractivo turístico.